Todo era sombrío,
la resignación estaba
al alcance de la mano
y las rodillas,
a cada instante,
eran convocadas
por la tierra.
Después de todo,
muy pocos se molestaron
en enseñarnos lo contrario.
Nos decían sí o no
y obedecíamos
obviando el derecho
a ser escuchados.
El botín estaba repartido,
las cartas –marcadas– boca arriba
y su indiferencia
clavada en nuestras espaldas
porque ya no quedan
más mejillas que poner.
Hasta que en las calles
con vuestros focos
iluminasteis el camino
y nos enseñasteis
a desterrar la derrota,
también
-y en mayor medida-
a ser dignos
de mirarnos
a la cara.
Abel Aparicio. En Palabras
de barricada. Una recopilación de anarcoversos. Coord. Fernando Barbero
Carrasco. Queimada Ediciones, 2015.
Cuando la poesía se niega a permanecer tumbada en el papel y confinada en la tinta.
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