Ellos trajeron la ruina a mi ciudad,
pero los periódicos decían que eran semidioses.
Les anunciaron con clarines desde las mansiones.
Prometieron que podíamos vivir como los ricos
con firmar tan sólo sobre la línea de puntos.
Compraron la casa donde jugaba de niño,
el brillo en los ojos de la chica que amé,
e incluso la salida que lleva a los sueños
y cuyas puertas nunca me atreví a cruzar.
Ellos colgaron el cartel del fracaso
en los escaparates de las tiendas sencillas.
El dinero que mostraban era un dios de barro
aunque su avaricia exigiera sacrificios.
Nos dormíamos de noche escuchando sus voces
desde la catedral altiva de los televisores
y el cura nos decía que no era pecado
adorar por un tiempo a su becerro de oro.
Ellos se marcharon cuando no quedaba ni un euro
bajo las baldosas del castillo en el aire.
Sin embargo avisaron que volverían muy pronto
a cobrar las deudas por sus cuentas de vidrio.
Desde entonces ya nadie mira el firmamento
ni aguarda la estrella fugaz que nos libre
de los nuevos tiranos que no lo parecen,
de los viejos perros con otro collar.
Sigo en el suburbio y no me aguarda un alma.
Alguien me ha dicho que tal vez sea la hora
de quemar los billetes y descubrir la magia.
Ya escuché esa misma advertencia
morder los corazones de quien tuvo razón.
Que viene el lobo, gritaban. Y no hice caso.
Es probable, pienso, que quien busca fortuna
necesita que el resto no la encuentre nunca.
Caminan por la calle como hombres libres,
canta Bruce Springsteen este sucio verano,
pero ellos trajeron la ruina a mi ciudad.
Juan José Téllez. En Zurgai,
Junio, 2015.
Imagen: Sobre las ruinas del Mercado del Heno. Colonia,
1946.
Y nos inundaron de chicle (Bazzoka, claro) para que mascar la tragedia también les resultara rentable.
ResponderEliminarSujetos colonizados, y aún hay gente de la de abajo que celebra el expolio. Pobres estamos.
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