Cuando el señor McAllen firmó el cheque
dijo: Amigos esto es para empezar; luego
tendrán el resto no lo duden.
Entonces todo parecía ir bien
y la cerveza y el tabaco
daban ánimo a todos. En los bancos
de los paseos en Long Beach
las viejas zorras estaban muy lindas
con sus shorts bajo el sol.
Manuel Santín y su cuñado Enrique
tomaron ese día el avión
y por la noche ya en la isla hicieron
los primeros preparativos.
De dos en dos fueron llegando
los demás: Gaspar Díaz
Tito Pellón el Comodoro Silva
Santiago y Pedro Mut Rafael Salcedo.
Sólo quedaron en Long Beach
don José Antero y el Coronel.
Varias semanas se pasaron
en encontrar la gente; era difícil
la gestión; mucho riesgo.
Y esos jodidos negros no querían
ganarse doce dólares diarios
comida aparte sí señor
y aún gracias si después no se corrían
con el cuento a la policía.
Los del antiguo ejército tampoco
se mostraban muy animosos;
pero al fin y con gran fatiga
se reunieron tres mil hombres.
No era mucho para empezar
aunque la cosa pudo ir peor
si se piensa que aquellos días
tenía el régimen las masas
a su lado la demagogia
ya se sabe y los campesinos
iban armados hasta los dientes
y decían la tierra es nuestra
y otras mierdas por el estilo.
Finalmente llegaron las armas
a través de la Legación: cien metralletas
dos mil fusiles automáticos
bombas de mano y munición
para más de un regimiento.
Lo principal era escoger
el día; es decir saber
el momento más oportuno
y dar el golpe. Por la radio
Rafael Salcedo estaba en contacto
con los otros de allá de Florida
y también con Santo Domingo.
Esos momentos de tensa espera
de adiestramientos y de consigna
iban forjando el duro ánimo
de aquellos hombres abnegados
hombres libres sin otro ideal
que devolver a la isla el orden
restablecer las jerarquías
los monopolios las creencias
y esto tan sólo ¡es formidable!
por unos cuantos miles de dólares.
Todo estaba bien preparado
se eligió el día y el lugar
se avisó a la prensa libre
en fin se tomaron todas
las habituales precauciones
y si falló el destino sabe
por qué tuvo que suceder
que el Comodoro bebiese tanto.
Ya días antes le dijeron
que moderase su ardor patrio
sus ansias –yes– pero el imbécil
armó jaleo en un prostíbulo
gritó corrió a la gente a tiros
y lo peor fue que después
lo explicó todo al comisario
convencido de que sabía
la actuación de los conjurados.
Así fue cómo el noble intento
terminó de aquella
manera:
dineros y armas; hombres; todo
se perdió ¡tan bien preparado!
Pero el honor permanece intacto
Y como dicen muy bellamente
Mr. McAllen y Mr.
Wood
la Patria al fin resurgirá
el dinero a invertir es lo de menos
lo esencial es que vuelva el orden
los monopolios las creencias
lo importante es la democracia
y sepan ustedes caballeros
que acabaremos imponiéndola.
José Agustín Goytisolo. Bajo tolerancia, 1973-1996. En Poesía completa. Lumen, 2009.
Imagen: Mijaíl Kalatozov. Soy Cuba, 1964.
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