jueves, 3 de febrero de 2022

Así se fundó Carnaby Street


 

LEOPOLDO MARÍA PANERO

(MADRID, 1948 – LAS PALMAS DE GRAN CANARIA, 2004)

 

Supongamos que la literatura resulta de la utilización de una capacidad productiva previamente existente en el interior de un marco social que la determina, y que, por consiguiente, el artista, el escritor y el poeta producen formalmente en los adentros de una estructura ya dada. Dicho más claro, aun incurriendo en una tautología: el poeta escribe poesía porque la poesía, en cuanto capacidad productiva, en cuanto medio de producción, es algo que el marco histórico le facilita. La poesía es un medio de producción, de propiedad pública y gratuita, o semigratuita, porque tener acceso a ella requiere educación, por consiguiente, en las sociedades de libre mercado, capacidad de compra y tiempo que dedicarle para su toma de posesión. En nuestros parámetros culturales, ese medio de producción se habría configurado como tal en la época clásica, si bien ya sabemos que la lírica griega es el resultado de una larga acumulación primitiva de semas o ritos de matriz religiosa, órfica, dionisíaca o semejante.

El hecho de que nazca en un marco social que la determina –y que, en realidad, es quien posee y dispone de su propiedad– conduce tanto a la cuestión de por qué recae en ese marco social como al análisis de la actividad de los agentes culturales sobre los que en cada momento histórico delega esa función. Así se puede establecer qué textos serían poesía, cuáles no y, de serlo, en qué grado de mérito y calidad. Esta misma hipótesis permitiría entender también por qué la propiedad intelectual retorna al conjunto social una vez que pasa el plazo temporal establecido.

Aceptando estas premisas –más a modo de estrategia para entrar en el comentario que a la manera de una pretensión de verdad teórica–, parece fácil desprender que aun cuando el poeta no puede zafarse de esa estructura previa, pero también flexible y hasta cierto punto libre, su poesía va a depender en buena parte del tipo de relación que el poeta entable con ese marco social, sea de conformidad, sea de aceptación o de rechazo, rebeldía o negación. Parece evidente que en Así se fundó Carnaby Street, de Leopoldo María Panero, estamos ante un caso de rebeldía, rechazo y negación, hasta lo posible, de ese marco social en tanto en cuanto es dueño de la poesía entendida como medio de producción. Y la mercancía «poesía» contiene, además de lo propio de la mercancía «libro» donde se edita, el plusvalor que le otorga justamente el hecho de ser propiedad pública portadora de la correspondiente carga cualitativa que le confiere ese hecho; en razón de ello, cada lector puede usufructuarla para incrementar así su capital simbólico. De ahí que «disfrutemos» consumiendo poesía, arte.

El rechazo a lo constituido afecta tanto a la estética dominante –¿qué es la belleza?– como a las poéticas o técnicas de producción de esa belleza. En Panero, al saltar por los aires la idea de belleza ligada a conceptos como los de coherencia, proporción, armonía, extrañeza o bondad, se hace presente una estética que –ése sería su rasgo pertinente– no busca la belleza, es decir, se reconvierte en antiestética o estética degradada en la que es imposible, e injusto, tratar de buscar o diferenciar lo bello de lo feo. Técnicamente su poesía juega a presentarse con sonoridades más conceptuales que rítmicas. Es el juego, el contraste, el desapego y las desemejanzas los que dan lugar al efecto poético, a que las palabras suenen a nuevas, a imposibles, a no dichas y –magia de la poesía– a revelación, descubrimiento, iluminación y osadía.

Hallamos en este libro de Panero unas referencias culturales que remiten a cambios en el tejido de los valores sociales, anunciando una sociedad que ya no vive con un ojo en el pasado y parece acercarse a modelos de vida europeos facilitados por un mayor acceso al consumo, los cambios generacionales y unas nuevas formas culturales –el pop, la televisión, el turismo o los viajes al extranjero– que ya no remiten a los estándares de la cultura de la resistencia antifranquista, hasta entonces muy ostensibles y axiomáticos. La posmodernidad ha llegado y durante un tiempo, no demasiado, la contraestética y la exploración literaria van en busca, encuentran, y dan cuenta de esos nuevos tiempos. Luego vendría la normalización o cultura de la Transición para los más, y la lucidez insoportable para el menos: Leopoldo María Panero.

 

 

Constantino Bértolo. ¿Quiénes somos? 55 libros de la literatura española del siglo XX. Periférica, 2021.

Imagen: Joan Brossa. Poema visual XIV, 1989.

2 comentarios:

  1. Muy interesantes observaciones, las de Bértolo.
    Leía no hace mucho esta reflexión de Wallace Stevens:
    “La obra del autor sugiere la posibilidad de una ficción suprema, reconocida en tanto ficción, en la cual los hombres podrían proponerse a sí mismos una realización. En la creación de una ficción así, la poesía tendría una significación vital. Existen muchos poemas vinculados a las interacciones entre la realidad y la imaginación, los que deben ser considerados como marginales a este tema central".
    Salud!
    Joana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Parafraseando a Sartre, somos lo que hacemos y decimos con lo que nos han hecho y dicho. Salud, Joana!

      Eliminar