jueves, 24 de febrero de 2022

Un instante


 

Allá en China vi una niña con sonrisa de caramelo,

vi banderas que ondeaban como faldas de color removidas por el monzón

y presentí unos años inminentes y terribles y desconsoladores.

Esta mañana no estoy en Wuhan, ni en Shanghái, ni siquiera en Pekín.

Estoy en cualquier punto de Europa,

apoyado en el codo izquierdo, contemplando a través del ventanal un alto edificio de cemento y cristal,

las perezosas nubes

y los pensamientos desgreñados de mi cabeza que el viento revuelve como un puñado de algas,

y algo más allá, en el aulagar de los siglos,

diviso el suceder de los años, las guerras, las revoluciones, un concierto de la banda en el parque de Luxemburgo, un hospital rayado de alaridos, dos novios abrazándose bajo un puente, los dictadores, los ejércitos dejándose arrastrar, los libros de los estudiantes, un conato de revolución en algún lugar de Latinoamérica, la destrucción del capitalismo, un muchacha desnuda bañándose en el río,

y olvido, pero no perdono, los años inicuos

donde una niña, con el porvenir en la punta de los cabellos, sonríe como un caramelo de limón al desprendérsele el papel y fulgir un instante bajo las ramas del flamboyán.

 

 

Blas de Otero. Hojas de Madrid y La Galerna [1968-1979]. En Antología poética. Expresión y reunión. Alianza, 1981.

Imagen: Fan Ho. Afternoon Chat, 1959.

2 comentarios:

  1. Hay poemas que son como esas diminutas florecillas que brotan en inhóspitos lugares. Florecillas cuyas raíces, no obstante, pueden provocar tremendos aludes.

    Salud, Conrado!

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    1. Sobre todo si esas raíces y florecillas van tejiendo una urdimbre apretada contra la jardinería hegemónica. Salud, Loam!

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