martes, 22 de febrero de 2022

VIDA Y OBRA DEL ESPACIO


 

No es verdad que el espacio

sirva como lugar en que se citan

oquedades, rendijas, intersticios

celebrando el congreso de la nada.

No es el telón de fondo

donde hay algo que salta y representa

ademanes de ser, gestos de cuerpo.

No es tampoco un vacío donde aflore,

con el sólo habitante de la asfixia,

el único rincón en que la historia

no puede respirar.

 

Hay espacios que nacen, que gatean

con sus tres dimensiones. Espacios que se yerguen,

sumándoles agujeros a su hueco,

hasta la edad madura del abismo

–donde está siempre el vértigo asomado–

o hasta esbozar un ámbito que abarque

desde tu boca abierta hasta los cráteres

que se abren en la luna.

 

Hay espacios amantes, cuyo coito

–logrado al presentar el pasaporte

que goza de la vista de la entrega–

extradita sus límites y acaba

con el crónico mal del que adolecen

las naciones, enfermas de frontera.

Hay espacios ya graves: el derrumbe

que amenaza la mina lo demuestra.

Hay espacios que nacen, viven, crecen:

se reciben de tiempo. Son espacios ancianos,

a un paso ya muy niño de la muerte.

Modelado de historia y de materia,

el espacio requiere de su biógrafo

que arroje las leyendas y lo trate

como hermano de todos en el tiempo,

nativo del gerundio y compatriota

de todo lo que se halla,

si olvidamos la efímera existencia,

a una cuna tan sólo del sepulcro.

 

 

Enrique González Rojo Arthur. El viento me pertenece un poco. Antología de poemas (1972-2008). Delegación Iztapalapa y Para Leer en Libertad AC. En Entre los poetas míos… Enrique González Rojo. Colección Antológica de Poesía Social, vol. 143. Biblioteca Omegalfa, 2020.

Imagen: Ansel Adams. Yosemite Park, 1960.

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