Solía escribir con su dedo grande en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas»,
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y más hombre, Pedro y sus dos muertes.
Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!
Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!
¡Abisa a todos compañeros pronto!
Palo en el que han colgado su madero,
lo han matado;
¡lo han matado al pie de su dedo grande!
¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!
¡Viban los compañeros
a la cabecera de su aire escrito!
¡Viban con esta b del buitre en las entrañas
de Pedro
y de Rojas, del héroe y del mártir!
Registrándole, muerto, sorprendiéronle
en su cuerpo un gran cuerpo, para
el alma del mundo,
y en la chaqueta una cuchara muerta.
Pedro también solía comer
entre las criaturas de su carne, asear, pintar
la mesa y vivir dulcemente
en representación de todo el mundo.
Y esta cuchara anduvo en su chaqueta,
despierto o bien cuando dormía, siempre,
cuchara muerta viva, ella y sus símbolos.
¡Abisa a todos compañeros pronto!
¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre!
Lo han matado, obligándole a morir
a Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquél
que nació muy niñín, mirando al cielo,
y que luego creció, se puso rojo
y luchó con sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus pedazos.
Lo han matado suavemente
entre el cabello de su mujer, la Juana Vázquez,
a la hora del fuego, al año del balazo
y cuando andaba cerca ya de todo.
Pedro Rojas, así, después de muerto,
se levantó, besó su catafalco ensangrentado,
lloró por España.
y volvió a escribir con el dedo en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas».
Su cadáver estaba lleno de mundo.
César Vallejo. España, aparta de mí este cáliz. En Obra poética completa. Alianza, 1988.
Imagen: Asamblea de Gamonal.
“En lo que respecta a Pedro Rojas, el poema III notifica acerca de su lugar de origen, Miranda de Ebro, y de su condición: obrero ferroviario semialfabeto, padre de familia, casado con Juana Vázquez. J. Vélez y A. Merino, autores de España en César Vallejo*, presumen que éste utilizó como fuente informativa una crónica de Antonio Ruiz Vilaplana titulada Doy fe. Ella sienta testimonio sobre la barbarie franquista, evidenciada por el hallazgo frecuente de cadáveres mutilados. En Burgos, Ruiz Vilaplana ve el cuerpo apaleado de un campesino de Sasamón que lleva en el bolsillo de su chaqueta un papel con la leyenda retomada en parte por Vallejo: «Abisa a todos los compañeros y marchar pronto. Nos dan de palos brutalmente y nos matan. Como lo ben perdío no quieren sino la barbaridá.» Otro cadáver de un prisionero esposado trae consigo el tenedor y la cuchara del penal. Doy fe consigna que sesentaiséis socialistas e izquierdistas de Miranda de Ebro están recluidos en el penal de Burgos. Vallejo ensambla estos datos dispersos para componer la figura de su Pedro Rojas. Recolectando rasgos dispersos, monta una semblanza con visos de verdad. Pone en efecto el poder ficcional de la palabra.”
Saúl Yurkievich. España, aparta de mí este cáliz: la palabra participante. En En torno a César Vallejo. Edición de Antonio Merino. Júcar, 1988.
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