Cuando mambrú se fue a la guerra
llevaba una almohadilla y un tirabuzón
la almohadilla para descansar después
de las batallas
y el tirabuzón para descorchar las
efímeras victorias
también llevaba un paraguas contra
venablos aguaceros y
palabrotas
un anillo de oro para la suerte y contra
los orzuelos
y un llavero con la llave de su más
íntimo desván
como a menudo le
resultaba insoportable
la ausencia de la señora mambrú
llevaba un ejemplar del cantar de los
cantares
y a fin de sobrellevar los veranillos
de san juan
un abanico persa y otro griego
llevaba una receta de sangría
para sobornar al cándido
enemigo
y para el caso de que éste no fuese
sobornable
llevaba un arcabuz y un verduguillo
asimismo unas botas de potro que rara
vez usaba
ya que siempre le había gustado caminar
descalzo
y un calidoscopio artesanal
debido probablemente a que marey edison
y lumière no habían nacido
aún para
inventar el cine
llevaba por último un escudo de arpillera
porque los de hierro pesaban
mucho
y dos o tres principios fundamentales
mezclados con la capa
bajo el morrión
nunca se supo cómo le fue a mambrú
en la guerra
ni cuántas semanas o siglos se demoró
en ellas
lo cierto es que no volvió para la pascua
ni para navidad
por el contrario transcurrieron centenares
de pascuas y navidades
sin que volviera o enviara noticias
nadie se acordaba de él ni de su perra
nadie cantaba ya la canción que en su
tiempo era un hit
y sin embargo fue en medio de esa
amnesia
que regresó en un vuelo regular de iberia
exactamente el miércoles pasado
tan rozagante que nadie osó atribuirle
más de un siglo y medio
tan lozano que parecía el chozno
de mambrú
por supuesto ante retorno tan insólito
hubo una conferencia de prensa en el
abarrotado salón vip
todos quisieron conocer
las novedades que traía
mambrú después de tanta guerra
cuántas heridas
cuántos grilletes
cuántos casus belli
cuántos pillajes
y zafarranchos de combate
cuántas invasiones
cuántas ergástulas
cuántas amnistías
cuántas emboscadas
y recompensas indebidas
cuántas cicatrices
cuánta melancolía
cuántos cabestrillos
cuántas hazañas
y rendiciones incondicionales
cuánto orgullo
cuántas lecciones
cuántos laureles
cuántas medallas
y cruces de chafalonía
ante el asedio de micrófonos
que diecinueve hombres de prensa
blandían como cachiporras
mambrú
oprimido pero afable
solo alcanzó a decir
señores
no sé de qué me están hablando
traje una brisa con arpegios
una paciencia que es un río
una memoria de cristal
un ruiseñor dos ruiseñoras
traje una flecha de arco iris
y un túnel pródigo de ecos
tres rayos tímidos y una
sonata para grillo y piano
traje un torito tartamudo
y una canilla que no tose
traje un teléfono del sueño
y un aparejo para náufragos
traje este traje y otro más
y un faro que baja los párpados
traje un limón contra la muerte
y muchas ganas de vivir
fue entonces que nació la calma
y hubo un silencio transparente
un necio adujo que las pilas
se hallaban húmedas de llanto
y que por eso los micrófonos
estaban sordos y perplejos
poquito a poco aquel asedio
se fue estrechando en un abrazo
y mambrú viejo y joven y único
sintió por fin que estaba en casa
Mario Benedetti. Yesterday y mañana, 1987. En Antología poética. Alianza, 2008.
Imagen: George Grosz. Reverencia
a las autoridades. De Hintergrund,
1928.
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