Primero nos asignaron un sueldo
manchado de sudor y enfermedad
y la necesidad de tatuarnos en las manos
la oscura posesión de las cosas.
Después llamamos voluntad
a las vallas clavadas en la tierra,
trabajamos para los cartógrafos del dolor,
y delatamos, sin miramientos,
a exploradores que cavaban
túneles en la sombra.
Nos acostumbraron al cautiverio.
Nos acostumbramos al cautiverio.
Un maquillaje torpe
enmascara
miradas que tiemblan.
Algunos respiran lento
para poder llamar a las cosas
por su nombre.
Dormimos de pie y por turnos,
nos sabemos presas,
intuimos que una vez fuimos
hermosos animales salvajes.
Rodrigo Garrido. En Voces
del extremo. Poesía antidisturbios. Amargord, 2015.
Imagen: Andrzej
Wróblewski. Ejecución con un chico,
1949.
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