Grandes mareas de rencor
Recorren las calles.
Arquitectos y urbanistas levantan empalizadas
Para detener las grandes olas
Que latigan las noches.
He aquí al muchacho que no despega sus ojos
Del Ángelus de Millet
Para no sentir los pasos del rencor.
El que hizo diana en las calles de Roma
Y esfumó los dioses de Rapanui,
El rencor que arrastró legiones de sombras a la hoguera.
Viene rompiendo esclusas,
Un pasado de virreyes de harina
Y sacerdotes que venden llagas, puerta a puerta.
Es como un gran viento,
Como los potros de las olas
Que asaltan las casas
Y las arrastran al olvido.
Tras los tenderetes y el palio de harapos,
Duerme su siesta el rencor. Tras las jaulas
Del presidio, arrulladas por la fatalidad
Y el sopor de la miseria,
Se fraguan oleadas de rencor
Como esas grandes masas de agua
Que surcan los mares del Sur,
Java y Martinica y otras playas de menta.
Junto a las alfombras
Donde las mucamas esconden el polvo
La ola del rencor se finge
Un perro humillado y obediente,
Pero hay que temer a la jauría dormida y su pífano
inaudible.
En la iglesia se arrodilla el rencor.
En los bancos y en la bolsa de valores se hace sedodo,
Mientras bajan las diosas
Por rampas de mármol. Así,
Veo en la mirada del indio
El tatuaje del recelo, y lo hago mío.
O viene a mi boca el latigazo del insulto
Dictado por la más atávica miseria.
Crecen como flores venenosas las esquirlas
Del rencor en un país de lunas erizadas
Y soles que entibian los huesos de los muertos.
En ciudades asediadas por sí mismas
Entro a la estación de los amigos,
A la música y al coro, al mismo tiempo.
Los amigos, una cuota de cielo,
Flores que no son de temporada.
En la patria del rencor
Es como tener el oro del silencio.
Juan Manuel Roca. Biblia
de pobres. Visor, 2009.
Imagen: Odd Nerdrum. Male Twins, 1992.
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