Duerme el hacha su sueño de madera.
Caminan en silencio las cigarras
para no despertar el filo hiriente,
la herida de metal que repercute
en el temor esquivo de los pinos.
Caminan en silencio las rapaces,
las liebres, los insectos, los helechos.
El bosque entero avanza lentamente
en la cordialidad de las ardillas,
en el canto gastado de las piedras
y en la respiración de los lagartos
que cuentan muy despacio sus escamas
y el temblor que oscurece los abetos.
Los algarrobos mueven a los grillos
y en cada traslación y rotación
el bosque se desplaza a su raíz,
su brío y clorofila, sus rastrojos
que evitan despertar a los metales,
la ira insidiosa con que el hierro muerde.
Árboles y animales disimulan
el resplandor intenso de vivir
y marcan, sigilosos, el terreno.
Cuando despierta el hacha, solo quedan
ariscas superficies de hormigón
y un rostro de maleza florecida.
Con
Antonio Colinas
María Ángeles Pérez López. Fiebre y compasión de los metales. Vaso Roto, 2016.
Imagen: Ansel Adams.
Aspens, 1958.
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