Hoy comemos nosotros donde comieron reyes.
Mira cómo hiere la luz
sobre el mantel de hilo,
tejido en el oriente por tiernísimas
manos capturadas en sombra, cómo
dobla en cristal ajenas notas
y en la plata refleja,
con nitidez ingenua,
vuestras risas pobladas
de prestigios untuosos y carnívoros
dientes, cómo así su dominio
de fugaz apariencia
la porcelana ejerce
entre la dócil mística y sus ritos.
No hay miedo al tiempo
cuando el respaldo es firme
y la pared defensa.
No hay miedo al tiempo y, sin embargo, tiembla
imperceptiblemente,
por debajo del gozo,
tu conciencia tan limpia,
al paso de sirvientes
que en silencio os regalan
con lucrativos vinos
y platos donde brillan
los pavorosos logros de la razón lasciva:
langosta entera con texturas
de niebla y besamanos,
corderillo de leche con su riñón doblado,
cristalino de mango
con sorbete de oporto a la vergüenza.
Naturalezas muertas
de este tiempo borroso
en que verdugo y víctima se valen
de la misma paleta con que limpiar espinas.
Como usurpados
sientes los cuerpos que se rozan,
amputados los gestos,
vuestras palabras truncas.
¿Por qué tu voz se niega
a la hora del brindis, cuando el dolor se ciñe
al espinazo
y sabes que el indulto ya no basta?
Tú no vaciles. Mira,
son apenas efigies al fondo de una cueva.
No negocies ahora que la verdad te cerca
surgiendo desde el fondo,
de la región en sombras
donde el amor
es asco.
Yérguete, vamos,
sacude las palmadas ahítas de tus hombros,
y, con la copa en alto,
vence esa luz y grita serio:
“Amigos, por nosotros,
hoy comemos nosotros los despojos del mundo."
Conrado Santamaría. La noche ardida. Ruleta Rusa
Ediciones, 2017.
Imagen: Pável N. Filónov. El banquete de reyes,
1913.
No hay comentarios:
Publicar un comentario