Todo fue planeado de antemano
en esta utopía al revés
que no permite cambios.
Las calles y veredas
se reemplazaron por calles
y veredas internas;
corredores interminables,
idénticos, y callejones
verticales por donde van
y vienen los ascensores
sin llegar jamás al último
piso o la planta baja.
Afuera, parques desiertos
donde merodean sueltos
perros policiales en la noche,
tras rejas a prueba de ciclones
coronadas con alambre de púas
y carteles que advierten:
Keep Out! No
trespassing!
Gonzalo Millán. Vida. Ediciones
Cordillera. Ottawa, 1984.
Imagen: Military
Sign, Morridge, 1987.
No hay gorriones.
ResponderEliminarLa gente ya no silba.
La gente ya no se detiene a no ser que sea detenida.
Cuando la poesía desaparece de nuestras vidas
solo queda una existencia amurallada
un recinto de espejismos sin salida. Sin silbos y sin gorriones.
fiu, fiu, fiu... Salud!
Pero yo he visto un gorrión esta mañana volando por encima de las alambradas y silbando alegre una vieja y nueva canción de rebeldía. Y no era un espejismo, no, por cierto. Salud!
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