Y como hace tiempo que se ha puesto el sol
y ahora es el satélite azul de los millones de
televisores
el astro que ilumina los rostros.
Y como en mi ventana las nubes amarillas siguen su ruta
migratoria
mientras en la tele el hombre del tiempo señala un mapa
digital,
me tomo mi Orfidal y me hundo en el sofá.
Es para escucharlo todo mejor.
Porque basta con hundir un poco la cabeza,
así
y el silencio se convierte en una detonación a cámara
lenta.
Es como cuando un avión rompe la barrera del sonido
pero al revés, al romper ahora la barrera de la materia
y entrar en lo denso.
Aquí, moverse es esto.
Respirar es tragar silencio
como hacen los muertos que veo a mi lado
mientras sigo bajando.
Parece que están perfectamente adaptados a su medio
y que, como los peces abisales,
han olvidado por completo a Eurídice.
Diego Sánchez Aguilar. En Voces del Extremo. Antología 2012/2016. Coord. Antonio Orihuela.
Amargord, 2017.
Imagen: Daan
Verhoeven
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