miércoles, 20 de marzo de 2019

VIENTO DE PRIMAVERA


A Winifred Grillet


Ni aun el cuerpo resiste

tanta resurrección y busca abrigo

ante este viento que ya templa y trae

olor y nueva intimidad. Ya cuanto

fue hambre ahora es sustento. Y se aligera

la vida, y un destello generoso

vibra por nuestras calles. Pero sigue

turbia nuestra retina y la saliva

seca, y los pies van a la desbandada,

como siempre. Y entonces,

esta presión fogosa que nos trae

el cuerpo aún frágil de la primavera,

ronda en torno al invierno

de nuestro corazón, buscando un sitio

por donde entrar en él. Y aquí, a la vuelta

de la esquina, al acecho,

en feraz merodeo,

nos ventea la ropa,

nos orea el trabajo,

barre la casa, engrasa nuestras puertas

duras de oscura cerrazón, las abre

a no sé qué hospitalidad hermosa

y nos desborda y, aunque

nunca nos demos cuenta

de tanta juventud, de lleno en lleno

nos arrasa. Sí, a poco

del sol salido, un viento ya gustoso,

sereno de simiente, sopló en torno

de nuestra sequedad, de la injusticia

de nuestros años, alentó para algo

más hermoso que tanta

desconfianza, y tanto desaliento,

más valiente que nuestro

miedo a su honda rebelión, a su alta

resurrección. Y ahora

yo, que perdí mi libertad por todo,

quiero oír cómo el pobre

ruido de nuestro pulso se va a rastras

tras el cálido son de esta alianza

y ambos hacen la música

arrolladora, sin compás, a sordas,

por la que sé que llegará algún día,

quizá en medio de enero, en el que todos

sepamos el porqué del nombre: “viento

de primavera”.





Claudio Rodríguez. Alianza y Condena, 1965. En Poesía completa (1953 - 1991). Tusquets, 2001.

Imagen: Christo Wolmarans.

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