La
Ley de Memoria Histórica de 2007 obliga a quitar todos los símbolos y
monumentos que exalten el franquismo. Sin embargo, existen calles y edificios,
placas conmemorativas e insignias que ensalzan a altos cargos y funcionarios
franquistas.
Mientras respire saludable
en cada renglón de la historia,
mientras no sean vencidos y
arrancados sus honores,
mientras sea acunado con sus
sables,
y su estertor no sea
celebrado por los que lo sobrevivieron,
vive el tirano.
Mientras los nostálgicos con el brazo en alto
peregrinen hacia el valle,
mientras se apelotonen en las iglesias para esperar
el milagro de su retorno,
mientras por las calles se paseen generales y fieles
mirando sus nombres propios
escritos en mapas y en paredes,
vive el tirano.
Vive en la cruz y en la estatua,
en uniformes y calendarios,
en fachadas, en aspas, en flechas,
en el águila que sobrevuela paciente y hambrienta,
en misas dominicales y
en canciones impúdicas cantadas al sol y por la
cara.
Vive el tirano, claro que vive.
Y mientras viva con paz su memoria ultrajante
los que sí merecieron una tumba noble
arañarán la tierra hasta hacernos sangre.
Silvia Delgado. En Muturreko
Ahotsak/Voces del Extremo. Loturaren Poesia/Poesía del Vínculo. Amargord, 2017.
Imagen:
Alberto Schommer. Destrucción de la
máscara de Franco, 1978.
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