Ana tiene el pelo blanco
y el corazón en un puño
respira letras en el papel
de la rotunda sombra del oxígeno.
Ana mira cuando habla
la roquedad de la plata
soluciona los nudos, los desata
acariciando el bolígrafo
sobre la frente del canalla
blande el martillo
y golpea
una sola vez
¡pam!
sobre el yunque
saltan las chispas
que alivian al condenado
recogen al caído
formula preguntas
y halla las respuestas
para datar la muerte natural
de la justicia.
Ana tiene nombre y trigo
porque al final siempre
del polvo de los campos de batalla
emerge la mano de una mujer compasiva
que da de beber los labios muertos, descompuestos
y hace por sí
para sí
la harina del futuro pan
nutricio de los niños.
Alberto Gil-Albert. Inmulieribus. 2012
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