¡Oh, cuánto tiempo HORA NUESTRA
te hemos esperado!, ¡cuánto!
Oh, cuántas veces tendimos
el cable de nuestra mirada limpia al futuro
y aplicamos el oído extático
al viento,
ávidos de distinguir
tu música en embrión!
¡Oh, cuántas veces
el diamante de nuestro deseo
partió el cristal del horizonte
buscándote más allá de la aurora! Y al fin te poseemos,
HORA NUESTRA;
al fin podremos mecerte en nuestros brazos
y escribir tu claro nombre en nuestras frentes.
Hermanos,
he aquí, todo cumplido;
hagamos braserillos en el hueco de nuestras manos
para esta “LLAMA ALARGADA”.
El horizonte es la pauta, hermanos.
Nuestros martillos, pulidos y brillantes
como uña de mujer,
canten sobre las columnas truncas,
sobre los frisos rotos.
Tal un vendaval impetuoso
borremos todos los caminos,
arruinemos todos los puentes,
desarraiguemos todos los rosales;
sea todo liso como una laguna
para trazar después
la ciudad nueva.
Tiranos del esfuerzo
nuestros brazos levantarán esta vieja Tierra
como en una consagración.
consumirá las viejas vestiduras
y triunfaremos, desnudos y blancos,
como las estrellas.
Los que hemos creado esta hora
alcanzaremos todas las audacias;
NOSOTROS EDIFICAREMOS
LAS PIRÁMIDES INVERTIDAS.
Lucía Sánchez Saornil. Poema publicado en la revista
Cervantes. Abril, 1920
Imagen: Lucía Sánchez
Saornil en 1933
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