La ciudad de los hombres tiene un doble de sombras.
Amor mío, me abrazas, y observan nuestras sombras.
En siniestras pantallas miran nuestras siluetas
abrazarse en las sombras de nuestros dormitorios.
Tengo miedo, amor mío, de acercarme a tu lado.
Nuestros pasos se siguen sin tregua, y las memorias
eléctricas recogen nuestro amor y lo matan.
Nuestras sombras al cabo viven mientras nosotros
morimos en la angustia de ser apenas sombras.
Pero ven, amor mío; no huyamos, encontrémonos.
¡Seamos luces nosotros que maten nuestras sombras!
A cámaras ocultas hagamos gestos lúbricos
para que se revuelquen los agentes secretos.
Hagámosles mil muecas, finjamos hacer bombas,
o hagámoslas, quién sabe, si sigue la condena.
Pero ven, amor mío, porque hoy estoy muy triste
entre las grandes sombras oscuras de esta noche…
Alfonso Sastre. Los
hombres y sus sombras. Hiru, 1991.
Imagen: Amalia García. Instalación de cámaras de videovigilancia. Bruselas, 2013.
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