Allá entre cada una de mis acciones
encuentro siempre al enemigo: el Yo,
el fascista de adentro,
el dragón o el erizo cuya boca insaciable
sólo pronuncia verbos:
quiero, devoro, dame, quítate, reverénciame.
Para su inmensa desgracia
el monstruo no está solo:
habita una mazmorra o una gota de agua
en donde otros feroces devastan todo,
corrompen todo,
al son de sus propios himnos individuales:
quiero, devoro, dame, quítate, reverénciame.
Como no les dan gusto se erizan, luchan.
En lanzas y misiles se transforman sus púas.
Y luego inventan las mejores causas,
los nombres más sonoros, las coartadas perfectas.
Y por eso la bestia nunca se sacia
y en todas partes sigue la matanza.
José Emilio Pacheco. Ciudad
de la memoria, 1986-1989. En Los
trabajos del mar. Poesía IV (1979 -1989). Visor, 2014.
Imagen: Alfred Kubin. El
último rey, c. 1900-03.
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