La hoguera ardió dos días en las afueras de la aldea
y al alba del tercero
se dispersaron a los cuatro vientos
las cenizas de Anne Chantraine,
quemada, pero
con estrangulación previa,
por
el verdugo de Namur,
por bruja, el año
de mil seiscientos veinticinco
y a los veintidós de la difunta,
que se había entregado
a Satanás,
según confesó con todos los detalles
impuestos de antemano por el tribunal,
de acuerdo
con el feliz catálogo de engendros diabólicos parido
por los santos dominicos teutones
Enrique Krämer y Jacobo Sprenger,
expertos en la lucha
contra la subversión maligna,
la infiltración perversa de orientales
y otras lacras
que han revuelto y revuelven
los sacrosantos reinos de la grande Europa.
Y allí hecha de paja y de maderos
que colocó la propia víctima,
sometida a lo largo del proceso
al natural estímulo del agua
hirviendo y al tormentum
insomniae,
ardió la hoguera hasta el amanecer del tercer día
y se esparció en el aire
el cuerpo consumido
de Anne Chantraine,
como otros tantos en aquellos tiempos.
José Ángel Valente. Presentación
y memorial para un monumento, 1969. En Punto
cero. Poesía 1953 – 1979. Seix Barral, 1980.
Imagen: Quema
pública de tres brujas en Derneburg (Harz), 1555.
Y eso perdimos
ResponderEliminarpues lo que quedó
fue esta pestilente hipocresía.
...que todavía nos ahoga.
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