A los de aliento firme:
Tere
Morán, Colás, Lito Peón…
Para que vieras que la sangre es roja
la cabeza corté del rey don Carlos.
Y el viento preso en la Bastilla pudo,
porque abatí sus piedras, darle al cielo
la carcajada de su cabellera:
blasfemia y estandarte contra el caos
al que le llaman orden los esbirros
de la púrpura blanca. Del Palacio
de Invierno, en que gemían las alfombras
de piel asesinada, hice un museo
donde el hombre su historia conociera
para no revivirla, y de las cumbres
traje la nieve inútil y la puse,
ya dueña de su impulso, a la tarea
de convertir en pan la piedra dura.
Más descansé en el séptimo nocturno,
y, al despertar del sueño, el escenario
comprendí que era el mismo: la cabeza
del rey don Carlos nuevamente altiva,
las Bastillas sus muros reafirmando,
y el Palacio de Invierno con alfombras
pisadas cada vez con más lujuria,
petrificadas de terror las aguas.
Pero la sangre sigue siendo roja.
Carlos Álvarez. Memoria
del malentendido, 1989. En Seguiremos
sembrando. (Antología 1984 – 2010). Bartleby, 2016.
Imagen: Vladímir Serov. Tomado el Palacio de Invierno, 1954.
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