Las uñas se me
enganchan en todos los sitios
Intento soltarlas
pero se me enredan en las ramas
Son de chicle y
goma
Ahora los pies se
me hunden
Se funden con barro
Los párpados se me
vuelven blandos
Mis ojos cada vez
van viendo menos
Tiro hacia atrás
pero es en vano
Ya no es mía la
mano
Se me incendia el
pelo
Calor intenso
Se expande poco a
poco mi cuerpo
Se separan y alejan
todas mis células entre sí
El suelo pasa de
marrón rojizo a negro
Grito y solo sale
silencio
Grito con garganta
hueca
Esto que parecen
horas es un segundo
Al menos eso creo
No me da tiempo a
llorar
Solo un mínimo
recuerdo
Quién me odiará
tanto para hacerme esto
Si solo tengo 13
años,
Si solo estaba
jugando
Mario de la Peña. En Haciendo, haciendo. Once maneras de mirar de frente. El Perdigón,
2017.
Imagen: Hatem Ali. Misiles israelíes
impactan en túneles entre Egipto y la Franja de Gaza, 2014.
El más terrible de cuantos horrores existen o podamos imaginar, no es el destructor terremoto, ni la implacable erupción volcánica, ni el apocalíptico maremoto, ni la pertinaz sequía, ni siquiera la mortal epidemia... El más terrible de cuantos horrores existen o podamos llegar a imaginar está reflejado en este poema.
ResponderEliminarSalud y paz!
Lo malo es que este tipo de horrores los solemos aceptar como si de catástrofes naturales se trataran, como si no estuviera en nuestras manos evitarlos. Una pena. Salud
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