Con el mundo en sus
melenas,
sumergidos con
muñecos,
susurran, bailan,
sueñan, cantan
en la plazuela del
pueblo.
Son coros de
marionetas
encontradas en
desguaces,
sacadas de las
cunetas,
reconvertidas en
vidas
que hablan de sus
miserias,
sus anhelos, sus
mañanas,
con sus ninfas y
sirenas.
En el fondo del
teatrillo
se revelan los
muñecos:
la bruja se ha
vuelto guapa
y el príncipe un
avariento,
la monja secuestra
niños,
la poli culpa a los
buenos
y el juez es un
pendenciero.
Detrás de las
bambalinas
sonando están los
panderos
y en el tejado de
enfrente
vigilan los buitres
negros.
Los buitres alzan
su vuelo
con sus cantos de
carroña
ante un nuevo
lodazal
donde sobran
ambiciones,
donde reina
falsedad.
Delante de su
teatrillo
cantaba el
titiritero
añorando su regazo,
soñando su mundo
nuevo,
sin saber que la
jauría
buscando estaba su
encierro.
Rufino Hernández. En
Haciendo, haciendo. Once maneras de mirar
de frente. El Perdigón, 2017.
Imagen: Títeres
desde Abajo. La Bruja y Don Cristóbal.
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