Los burócratas nadan en un mar de aburrimiento
tempestuoso.
Desde el horror de sus bostezos son los primeros asesinos
de la ternura
terminan por enfermarse del hígado y mueren aferrados a
los teléfonos
con los ojos amarillos fijos en el reloj.
Los burócratas tienen linda letra y se compran corbatas
sufren síncopes al comprobar que sus hijas se masturban
deben al sastre acaparan los bares
leen el Reader´s Digest y los poemas de amor de Neruda
asisten a la ópera italiana se persignan
firman los pliegos nítidos del anticomunismo
los hunde el adulterio se suicidan sin arrogancia
tienen fe en el deporte se avergüenzan
se avergüenzan a mares
de que su padre sea carpintero.
Roque Dalton. El turno
del ofendido, 1962. En Antología.
Visor, 2000.
Imagen: Orson Wells. El
proceso, 1963.