Para
matar, se sabe, sobran bombas, pistolas,
coyuntura y razones. Impersonales siempre.
Polifonía
bélica, sin límite sonoro:
natalidad sin freno. Por ejemplo, las cunas:
tanta mano excedente, tanta gente a granel.
La pasión
y los celos, daño colateral
de estar vivo o casarse, qué empeño de la tribu.
También motivos
étnicos en el tergal de moda,
en la osamenta tutsi o en la humarada hebrea
de un crematorio nazi: no queda más remedio
que, igual que jardineros, desbrozar la maleza.
Y hay
razones de Estado, de lucha más que armada,
de guerra preventiva: santa fe nueva Biblia,
zafarrancho de urgencia, es preciso reunir
a ilustres dignatarios en comisión de muerte.
Matar pero
en vacuna por causa del petróleo,
de la pasta y los cofres con aceite prihistórico;
matar por accidente, la flamígera droga,
por la pasta otra vez: canelones al pesto,
bechamel con raviolis, carne picada aparte.
Se impone
satura de muertos el planeta
o al menos despejarlo de bocas insurgentes,
de brazos migratorios, de tanto pensador
(pero no en mármol lápida), neuronas conectándose,
rebelión de las masas, en ciernes un peligro
esa fiebre sin cauce, tanto ardor de justicia,
modelos subversivos de familias sin rezo
(perversión de menores), toda la disidencia
campando “ancha es Castilla”, dios nos libre, qué
infierno
la guerra ecologista, la paz con tantos bárbaros.
No es
nada personal, solamente negocios.
Isabel Pérez Montalbán. En Las noches de LUPI en Moguer. Voces del
Extremo. Resurgencia – 35 maneras de manar. Coord. Antonio Orihuela. LUPI,
2018.
Imagen: Bruno Barbey. Kuwait, 1991.
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