Ácida luz partida,
ciudad hipócrita
donde nada se anuncia duradero
sino la mezquindad.
¿Sembrar aquí qué forma o qué semilla?
Lento compás del día y de la noche
y pulcritud amarga
del amanecer.
La usura.
Manos petrificadas,
imágenes, residuos
de lo que ya no puede nunca
ni cambiar ni morir.
José Ángel Valente. Al dios del lugar. Tusquets, 1989.
Imagen: Josef Sudek
En un barrio de Barcelona, la semana pasada, un suicida lanzó un jarrón desde un noveno piso, antes de arrojarse al vacío. ¿No es éste el gesto de arreglar el mundo? Al cuidar a los otros cuando uno ya se da por perdido.
ResponderEliminarDe la mezquindad mortífera de la cuidad, las flores del bien del que resiste sucumbiendo.
Tremendo. Sin duda, un gesto elocuente susceptible de ser interpretado como dices. Yo, incapaz de meterme de verdad en la cabeza de una persona en esa situación terrible, desde este lado de la ventana todavía pienso que hay otras maneras de resistir sucumbiendo menos irreparables. Salud!
EliminarSí, situaciones extremas que quise interpretar como contrapunto al desasosiego de la ciudad del poema y tributo a ese dolor. Salud.
ResponderEliminarLa mejor herméneutica, efectivamente, desde el corazón y la lucidez. Salud, LaNanaFea!
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