Es el Okupa maldito.
Hace de nuestro mundo
un mundo perdido,
un mundo prisionero
de sí mismo.
Anula la libertad que habita
en nosotros por haber nacido
mamíferos, mamíferos humanos:
frena nuestro instinto,
cierra sus ventanas,
fija su dominio
en toda nuestra mansión,
impide ver el camino,
hace de la Belleza, lo esencial,
un adorno, un mito
confunde nuestros sueños,
impone su oficio
de planificador
y ejecutivo,
es ley y juez,
amenaza y castigo
(el señor Bien y el señor Mal
así nacieron de su artificio).
Cómo surge, no sé,
en nuestro destino.
Confunde el sentir
y el pensar, el signo
de nuestro ser conscientes,
sensibles y creativos.
(No es él quien piensa: eso parece.
¡Tejer montajes es su oficio!)
Cierra todas las puertas:
es el Okupa maldito.
Es más: es una diosa,
la diosa de lo vivo:
¡de lo muerto!
Nos envuelve en delirios,
en fantasmas, en sombras,
en nombres de un Olimpo
que pretende reinar sobre nosotros
por los siglos de los siglos.
Eres la locura,
Okupa maldito:
a las pruebas de lo humano
en tu red me remito,
a la estructura que nos obliga
a vivir divididos,
solos, confusos,
unos de otros cautivos,
rodeados de falsos soles,
de falsos destinos.
¡Qué ideas –y cómo– por encima
de las vidas, de su fluido!
¿Sanar? Cómo sanar
si las ventanas no abrimos
del pensar y del sentir
ahogado nuestro grito.
Pero quién eres tú,
Okupa maldito,
quién eres tú, ah, desventura
de una especie que ha salido
del mundo real salvaje
para ahogarse en tus hilos
sin compensar tu fuerza
con la luz de lo creativo.
Qué evolución puede hallar
encerrada en tu Castillo
(Castillo interior, decía,
sin comprender tu maleficio,
la bellísima iluminada
ave, aquella, ésa sí, del paraíso…).
Hace tiempo, hace tiempo
que yo te identifico
y sé tu nombre, que te denuncio,
que nuestra virtud admiro
de ser compañeros
y únicos
cuando logramos compensar
con nuestra calma tu enloquecido
y desbocado impulso,
Gigante que no molino.
¡Soy Lizanote de la Acracia,
Razón maldita,
Okupa maldito!
Tu fuerza es el impulso,
tu locura el suicidio.
O sanamos de esa locura
o de nada habrá servido
este hermoso sueño
de un mundo real poético,
de una especie única,
de un mundo único.
¡Y lo humano acabará
autodestruido!
La especie heroica,
llevados al sacrificio
de sus vidas tantos seres
inocentes, Okupa maldito.
¿No dejamos la selva?
¡Dejemos de una vez el delirio!
¡A la conquista de la Inocencia!
¡Todos compañeros! ¡Todos únicos!
Jesús Lizano. El ingenioso libertario Lizanote de la Acracia o la conquista de la inocencia. Virus editorial, 2009.
Imagen: Josef Sudek. Madonne brisée, 1945.
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