martes, 13 de octubre de 2020

El Okupa maldito


 

Es el Okupa maldito.

Hace de nuestro mundo

un mundo perdido,

un mundo prisionero

de sí mismo.

Anula la libertad que habita

en nosotros por haber nacido

mamíferos, mamíferos humanos:

frena nuestro instinto,

cierra sus ventanas,

fija su dominio

en toda nuestra mansión,

impide ver el camino,

hace de la Belleza, lo esencial,

un adorno, un mito

confunde nuestros sueños,

impone su oficio

de planificador

y ejecutivo,

es ley y juez,

amenaza y castigo

(el señor Bien y el señor Mal

así nacieron de su artificio).

Cómo surge, no sé,

en nuestro destino.

Confunde el sentir

y el pensar, el signo

de nuestro ser conscientes,

sensibles y creativos.

(No es él quien piensa: eso parece.

¡Tejer montajes es su oficio!)

Cierra todas las puertas:

es el Okupa maldito.

Es más: es una diosa,

la diosa de lo vivo:

¡de lo muerto!

Nos envuelve en delirios,

en fantasmas, en sombras,

en nombres de un Olimpo

que pretende reinar sobre nosotros

por los siglos de los siglos.

Eres la locura,

Okupa maldito:

a las pruebas de lo humano

en tu red me remito,

a la estructura que nos obliga

a vivir divididos,

solos, confusos,

unos de otros cautivos,

rodeados de falsos soles,

de falsos destinos.

¡Qué ideas –y cómo– por encima

de las vidas, de su fluido!

¿Sanar? Cómo sanar

si las ventanas no abrimos

del pensar y del sentir

ahogado nuestro grito.

Pero quién eres tú,

Okupa maldito,

quién eres tú, ah, desventura

de una especie que ha salido

del mundo real salvaje

para ahogarse en tus hilos

sin compensar tu fuerza

con la luz de lo creativo.

Qué evolución puede hallar

encerrada en tu Castillo

(Castillo interior, decía,

sin comprender tu maleficio,

la bellísima iluminada

ave, aquella, ésa sí, del paraíso…).

Hace tiempo, hace tiempo

que yo te identifico

y sé tu nombre, que te denuncio,

que nuestra virtud admiro

de ser compañeros

y únicos

cuando logramos compensar

con nuestra calma tu enloquecido

y desbocado impulso,

Gigante que no molino.

¡Soy Lizanote de la Acracia,

Razón maldita,

Okupa maldito!

Tu fuerza es el impulso,

tu locura el suicidio.

O sanamos de esa locura

o de nada habrá servido

este hermoso sueño

de un mundo real poético,

de una especie única,

de un mundo único.

¡Y lo humano acabará

autodestruido!

La especie heroica,

llevados al sacrificio

de sus vidas tantos seres

inocentes, Okupa maldito.

¿No dejamos la selva?

¡Dejemos de una vez el delirio!

¡A la conquista de la Inocencia!

¡Todos compañeros! ¡Todos únicos!

 

 

Jesús Lizano. El ingenioso libertario Lizanote de la Acracia o la conquista de la inocencia. Virus editorial, 2009.

Imagen: Josef Sudek. Madonne brisée, 1945.

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