El aire dentro es una hiena retráctil que empuja sin pasión el carromato de la impostura hacia las obras ciclópeas de los nuevos faraones
El aire dentro es un capataz envejecido pero todavía sanguinario que azota sin fuerzas a los esclavos en las galerías de la mina de oro que hundió el noveno terremoto
En el invernadero se van pudriendo las almas y las palabras como mondas de naranjas azules que refrescaron un día la garganta arrasada de los correveidiles de los especuladores insomnes de los ingenieros de la mentira
Sobre el delicado mantillo crecen los tulipanes monstruosos de los sacrificados las orquídeas de buen tono de los vergonzantes los claveles amarillos en cuyos pétalos está grabado el alfabeto impenetrable de los notables
En el aire quieto del invernadero donde se pudren las almas y las palabras se oye el lamento verídico y largo de quienes iban ganando siempre la guerra.
Sacha Viveros. La semilla que incendió el invernadero. Cinabrio, 2020.
Imagen: Cayetano Ferrández. El jardinero, 2020.
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