Yo quiero ver qué arrugas
oculta esta doncella
máscara. Qué ruin tiña,
qué feroz epidemia
cela el rostro inocente
de cada copo. Escenas
sin vanidad se cubren
con andamiajes, trémulas
escayolas, molduras
de un instante. Es la feria
de la mentira: ahora
es mediodía en plena
noche, y se cicatriza
la eterna herida abierta
de la tierra y las casas
lucen con la cal nueva
que revoca sus pobres
fachadas verdaderas.
.
La nieve, tan querida
otro tiempo, nos ciega,
no da luz. Copo a copo,
como ladrón, recela
al caer. Cae temblando,
cae sin herirse apenas
con nuestras cosas diarias.
Tan sin dolor, su entrega
es crueldad. Cae, cae,
hostil al canto, lenta,
bien domada, bien dócil,
como sujeta a riendas
que nunca se aventuran
a conquistar. No riega
sino sofoca, ahoga
dando no amor, paciencia.
Y borró los caminos.
Y tú dices: “despierta,
que amanece”. (Y es noche
muy noche.) Dices: “cierra,
que entra sol”. Y no quiero
perder de nuevo ante esta
nevada. No, no quiero
mentirte otra vez. Tengo
que alzarle la careta
a este rostro enemigo
que me finge a mi puerta
la inocencia que vuelve
y el pie que deja huella.
Claudio Rodríguez. Alianza
y condena. Revista de Occidente, 1965.
Imagen: Pieter Brueghel. La matanza de los inocentes, h. 1567
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