lunes, 18 de noviembre de 2013

Viena revisited



Entró en el Café Central y tomó asiento en su antigua mesa. Mármoles, espejos, conversaciones: todo era igual y todo diferente. Cuando el camarero le sirvió el té y el Apfelstrudel, dejó de sonreír. Vio el tren, las alambradas, el látigo, la alta chimenea del humo ignominioso. Ese té en el Central era el sentido que se obligó a forjarse para sobrevivir durante los tres años. Había perdido todo: posición, amigos, familia, pasado y futuro. No pudo tocar la taza. Desesperadamente solo, recriminó a su dios que la muerte le hubiera postergado.

Conrado Santamaría
Imagen: Egon Schiele. Los videntes de sí mismos (La muerte y el hombre), 1911.

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