Anda la muerte lista
con su guadaña;
aquí corta, allí trincha,
y acá rebaña;
que es tan ceñuda,
que ni cetros respeta
ni caperuzas.
[…]
Quéjanse, mas sin causa,
los necios ricos,
porque a ellos les piden
lo que es preciso;
justo es que paguen,
que los pobres no tienen
qué dar a nadie.
Llora mucho un Don Lindo
porque trabaja;
¡quién acá lo cogiera
con una azada!;
ya viera entonces
lo que son los trabajos
de aldea y corte.
[…]
A buscar delincuentes
sale un ministro,
y los delitos tapa
con sus delitos;
y es el dinero
el que de juez le hace
malvado reo.
[…]
Si mi albergue se quema,
se pierde poco;
que con cuatro espadañas
levanto otro;
¡ay del palacio
a quien rondan los vientos,
truenos y rayos!
Un tesoro escondido
descubre el pobre
y al descubierto salen
muchos ladrones;
ellos lo pescan,
y él encuentra en el oro
mayor miseria.
[…]
Contristado se mira
un gran ministro,
porque ya son tragedias
sus regocijos;
padezca y sufra,
que no puede ser todo
buena ventura.
Diego de Torres Villarroel. En Poesía española del siglo XVIII. Edición de Rogelio Reyes. Cátedra,
1988.
Imagen: Goya. Caprichos.
Tu que no puedes, 1797
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