Veinte gramos de resistencia.
Sólo es una golondrina
en el cable del funambulista.
No será preciso ningún disparo:
Es un excedente de la cuadrilla,
el obstáculo interno de las fábricas.
No está hecha de excesos,
como el gran albatros,
ni son superfluas sus alas.
Sólo parece exagerado su impávido mirar.
Sobrantes sus horas extras de equilibrio.
A ratos mira el rastro de los que huyeron
y a veces, escucha en los tapiales
un clamor de loza o huesecillos
que repica en su tambor del pecho.
Con el pasado es fácil perder pie
y ella parece esperar algo
que aún tiene que dar la cara.
De vez en cuando ladea el cuello
y mira como si no llevara nada encima,
como quien ya no se pregunta
por dónde ha llegado a esto.
Sabe que no será preciso ningún disparo:
Bastará un simple dedo del pie dormido,
una trampa más del horizonte por acercarse
y la gota contenida en el lagrimal
será una tonelada. No asomará.
Así te alcanza su canción
de apenas veinte gramos.
Así, en las descargas eléctricas del mutismo,
se moverán los labios de
quien ya no ves.
María Ángeles Maeso. ¿Quién
crees que eres yo? Huerga y Fierro, 2012.
Imagen: David Seymour. Terezka, niña en un centro infantil
para trastornos mentales. Polonia, 1948
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