domingo, 1 de diciembre de 2013

Los policías y los guardias



Siempre vieron al pueblo

como un montón de espaldas que corrían para allá

como un campo para dejar caer con odio los garrotes.


Siempre vieron al pueblo con el ojo de afinar la puntería

y entre el pueblo y el ojo

la mira de la pistola o la del fusil.


(Un día ellos también fueron pueblo

pero con la excusa del hambre y del desempleo

aceptaron un arma

un garrote y un sueldo mensual

para defender a los hambreados y a los desempleadores.)


Siempre vieron al pueblo aguantando

sudando

vociferando

levantando carteles

levantando puños

y cuando más diciéndoles:

"Chuchos hijos de puta el día les va a llegar".

(Y cada día que pasaba 

ellos creían que habían hecho el gran negocio

al traicionar al pueblo del que nacieron :

"El pueblo es un montón de débiles y pendejos --pensaban--

qué bien hicimos al pasarnos del lado de los vivos y de los fuertes.")


Y entonces era de apretar el gatillo

y las balas iban de la orilla de los policías a los guardias

contra la orilla del pueblo

así iban siempre

de allá para acá

y el pueblo caía desangrándose

semana tras semana año tras año

quebrantando de huesos

lloraba por los ojos de las mujeres y los niños

huía espantado

dejaba de ser pueblo para ser tropel en guinda

desaparecía en forma de cada quién que se salvó para su casa

y luego nada más

soló que los Bomberos lavaban la sangre de las calles.


(Los coroneles los acababan de convencer:

"Eso es muchachos --les decían--

duro y a la cabeza con los civiles

fuego con el populacho

ustedes también son pilares uniformados de la Nación

sacerdotes de primera fila

en el culto a la bandera el escudo el himno los próceres

la democracia representativa el partido oficial y el mundo libre 

cuyos sacrificios no olvidará la gente decente de este país

aunque por hoy no les podamos subir el sueldo

como desde luego es nuestro deseo".)

Siempre vieron al pueblo

crispado en el cuarto de las torturas

colgado

apaleado

fracturado

tumefacto

asfixiado

violado

pinchado con agujas en los oídos y los ojos

electrificado

ahogado en orines y mierda

escupido

arrastrado

echando espumitas de humo sus últimos restos

en el infierno de la cal viva.


(Cuando resultó muerto el décimo Guardia Nacional. Muerto por el pueblo

y el quinto cuilio bien despeinado por la guerrilla urbana 

los cuilios y los Guardias Nacionales comenzaron a pensar 

sobre todo porque los coroneles ya cambiaron de tono

y hoy de cada fracaso le echan la culpa

a "los elementos de tropa tan muelas que tenemos".)


El hecho es que los policías y los Guardias

siempre vieron al pueblo de allá para acá

y las balas sólo caminaban de allá para acá.

Que lo piensen mucho

que ellos mismos decidan si es demasiado tarde

para buscar la orilla del pueblo

y disparar desde allí

codo a codo junto a nosotros.


Que lo piensen mucho

pero entre tanto

que no se muestren sorprendidos

ni mucho menos pongan cara de ofendidos

hoy que ya algunas balas

comienzan a llegarles desde este lado

donde sigue estando el mismo pueblo de siempre

sólo que a estas alturas ya viene de pecho 

y trae cada vez más fusiles.



Roque Dalton. Poemas clandestinos. En Antología. Visor, 2000.
Imagen: EFE. Represión policial en Barcelona, 1976.

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