A fuerza de explotar a los esclavos
y robarse dinero público,
hubo auge en los negocios. Así los ricos
se volvieron más ricos, mientras los pobres
redoblaban su hambre y su miseria. La ciudad
desbordó sus antiguos límites, perdió sus rasgos
originales, fue construida
según los lineamientos del imperio. También el habla
se corrompió con los hablantes. Y el lujo
entró como la hiedra en muchas partes.
Combatieron el tedio con la droga.
Nos legaron imágenes de sus actos sexuales
como extraño presentimiento
de su fragilidad. Y entre robos
y asesinatos por dondequiera, el terror
extendió su dominio. Miedo en la alcoba
y pánico en la calle. Furias y penas.
Sobre todo odio
proliferante. Porque el bien camina
pero el Mal corre (y no se sacia nunca).
Todo esto sucedió en Pompeya, la víspera
del estallido del Vesubio.
José Emilio Pacheco. Los
trabajos del mar. ERA, 1984.
Imagen: Víctima de la erupción del Vesubio en Pompeya.
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