Cualquiera te decía qué pasaba.
Me disfracé de Durruti,
que, para el personal, era como ver a un mecánico con
boina,
y llegué, sin pena ni gloria, hasta la calle de los
señoritos.
Recuerdo, la repentina palidez del viejo alcalde
franquista
al verme montar un subfusil inutilizado que llevaba al
hombro
y describir un círculo en el aire.
Esos sí que no olvidan.
Desde el balcón de su casa,
cuando me había alejado,
se cagó en Dios, en la democracia y en el Carnaval
y yo continué
disfrazado de mecánico con boina
hasta tu bar.
-iOlé mi anarquista guapo!
¡Viva la CNT, la FAI y
to lo's libertario! – me dijiste
y, saliendo de la barra, me besaste,
y brindamos por estar allí,
por estar vivos,
por estar todos juntos
haciendo realidad, al menos, tus sueños.
Han vuelto, sabes, aquellos días,
pero hace frío y aquí todo está en silencio;
tan sólo mi esfuerzo y un punzón de hierro
sobre el cemento erosionado
abren nuevos surcos a tu nombre.
Antonio Orihuela. Lo
que piensa la ballena del arponero. En Esperar
sentado. (Poesía completa 1992 – 2012). Ediciones La Baragaña, 2013.
Imagen: Durruti con 19 años, obrero en el taller de
Antonio Mije en León.
Gracias hermanas, por vuestra presencia tutelar en Madrid. Besos y abrazos!!
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