lunes, 24 de febrero de 2014

Tú y las lentejas



Las guisabas con mimo, las amabas,

porque tenían que ponernos fuerza

en la sangre. Su hierro lo querías

para así apuntalarnos y que entonces

pudiéramos erguir algo de vida.


Hasta laurel llevabas, todo aroma,

a la gran reunión, a la asamblea.

El fuego, buen amigo de tus manos,

obediente y pequeño, le embestía

a tu otra amiga, su enemiga, el agua.


Era tu guerra chica interminable

en el frente que urdías con el rito

diario, de enfrentar dos elementos

a combatir furiosos por nosotros.

Era aquella tu España diminuta.


Las lentejas cocían tu esperanza,

nuestro futuro tierno, nuestra historia.

Erguían estatura al aire, daban

voracidad de dientes, daban rabia

de paladar. Y alegría de estar vivos.


Lentejas con laurel y lo que hubiera.

Crecíamos. El humo y el aroma

venían de tus manos, hueso ahora,

madres del hueso articulado mío.




María Beneyto. Biografía breve del silencio. Alcoy, 1975

Imagen: Margaret Bourke-White.  Moscú, 1941.

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