¿Qué estáis haciendo aquí? ¿Qué hacemos todos
en medio de la plaza y a estas horas?
Con tanto sol, ¿quién va a salir de casa
sólo por ver qué tal está la compra,
por ver si tiene buena cara el fruto
de nuestra vida, si no son las sobras
de nuestros años lo que le vendemos?
¡A cerrar ya! ¡Vamos pronto a otra
feria donde haya buen mercado, donde
regatee la gente, sise, y coja
con sus manos nuestra uva, y nos la tiente
a ver si es que está pasa! ¿A qué otra cosa
hemos venido aquí sino a vendernos?
Y hoy se fía, venid, que hoy no se cobra.
Es tan sencillo, da tanta alegría
ponerse al sol una mañana hermosa,
pregonar nuestro precio y todo cuanto
tenemos de hombres darlo a la redonda.
Hemos venido así a esta plaza siempre,
con la esperanza del que ofrece su obra,
su juventud al aire. ¿Y sólo el aire
ha de ser nuestro cliente? ¿Sin parroquia
ha de seguir el que es alquiladizo,
el que viene a pagar su renta? Próspera
fue en otro tiempo nuestra mercancía,
cuando la tierra nos la compró toda.
Entonces, lejos de esta plaza, entonces,
en el mercado de la luz. Ved ahora
en qué paró aquel género. Contrata,
lonja servil, teatro de deshonra.
Junto a las duras piedras de rastrillo,
junto a la hoz y la criba, el bieldo y la horca,
ved aquí al hombre, ved aquí al apero
del tiempo. Junto al ajo y la cebolla,
ved la mocil cosecha de la vida.
Ved aquí al mocerío. A ver, ¿quién compra
este de pocos años, de la tierra
del pan, de buen riñón, de mano sobria
para la siega; este otro, de la tierra
del vino, algo coplero, de tan corta
talla y tan fuerte brazo, el que más rinde
en el trajín del acarreo? ¡Cosa
regalada!
Y
no viene nadie, y pronto
el solo de junio irá de puesta. Próspera
fue en otro tiempo nuestra mercancía.
Pero esperad, no recordéis ahora.
¡Nuestra feria está aquí! Si hoy no, mañana;
si no mañana, un día. Lo que importa
es que vendrán, vendrán de todas partes,
de mil pueblos del mundo, de remotas
patrias vendrán los grandes compradores,
los del limpio almacén. ¡Nadie recoja
su corazón aún! Ya sé que es tarde
pero vendrán, vendrán. ¡Tened la boca
lista para el pregón, tened la vida
presta para el primero que la coja!
Ya sé que hoy es igual que el primer día
y así han pasado una mañana y otra
pero nuestra uva no se ablanda, siempre,
siempre, está en su sazón, nunca está pocha.
Tened calma, los oigo. Ahí, ahí vienen.
Y así seguimos mientras cae la tarde,
mientras sobre la plaza caen las sombras.
Claudio Rodríguez. Conjuros, 1958. En Poesía completa (1953-1991). Tusquets, 2001.
Imagen: José Jiménez Aranda.
Una esclava en venta. Post. 1892.
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