Ya
nos avisó Bertolt Brecht de que estos eran malos tiempos para la lírica. No
están las cosas para escribir versitos a los ojos de una linda muchacha ni
extasiarse con el dulce canto del melodioso ruiseñor. Sí, malos tiempos para la
lírica y, más aún, para la épica, porque estos son tiempos en los que el miedo
anestesia la conciencia y paraliza la voluntad. Ya no hay cantares de gesta. Y
si no hay lírica ni épica, ¿qué queda? Pues queda la poesía. La poesía
necesaria. La poesía verdad. La que escribe Conrado Santamaría y reúne en un
libro como De vivos es nuestro juego.
Hay
libros que no sirven para nada y otros son muy útiles. De vivos es nuestro juego lo es, y mucho. Tiene la utilidad
impagable de curarnos de la cobardía, porque la poesía, la poesía verdad, nos
quita el miedo y nos reintegra el coraje perdido. Y lo hace, en primer lugar,
devolviendo el valor a las palabras. El valor de la palabra «valor», por
ejemplo. El valor de palabras como «trinchera», «llanto», «memoria»,
«cicatriz»; de palabras como «beneficio», «rencor», «lobos», «noche». Es con
palabras como estas con las que Conrado Santamaría labra versos y cosecha
poesías, como el breve pero central poema titulado «Poética» -que bien podría
titularse «Ética»:
la cancela del miedo,
hasta darte alcance.
Y ya
sin temor, curados de la aprensión cobarde con la que nos tienen amaestrados,
podremos encontrarnos y reconocernos en las páginas de este libro. Porque la
voz de Conrado Santamaría apela a nuestra memoria común, nos recuerda cómo
todos hemos participado en los rituales colectivos de la dominación -circo o
procesión- sin sentir vergüenza:
No
sé si os acordáis.
Nosotros,
encorvados y alegres,
procesionábamos
delante de las oficinas del paro vestidos de nazarenos.
Y
con este «nosotros», que nos convoca en sus poemas, no solo nos recuerda lo que
hemos sido, sino cuál es, cuál debería
ser, nuestra auténtica identidad:
Somos
los que no se descubren la cabeza
ni
hincan la rodilla al pie de las escalinatas
temblorosas
de la mañana.
En
esta recuperación del valor, de la memoria, de la verdad, no olvida que frente
a nuestro «nosotros» hay un «ellos». Y esta es otra lección de valor, otra
prueba de que la palabra de Conrado Santamaría es una palabra valiente. Tiene
el valor de identificar al enemigo. De reconocer al enemigo. Declarar su
existencia, su presencia. Un enemigo al que, por cobardía o comodidad, nos
negamos a ver para no aceptar la lucha, la ineludible implicación en el
conflicto. Y a ese, al enemigo, le
señala con versos implacables: «el que porta patenas, balanzas, oriflamas», «el
que transforma en oro los sudarios», «amarillos se nutren/de larvas de
obediencia»…
La
poesía de Conrado Santamaría nos devuelve
el valor y nos convoca a la lucha. Y nos entrega las armas necesarias,
que no son otras que las palabras. Las palabras vivas de este libro
imprescindible.
José Antonio Cerdán Méndez. Prólogo al poemario De vivos es nuestro juego. Ruleta Rusa Ediciones, 2015.
"Pues queda la poesía. La poesía necesaria. La poesía verdad."
ResponderEliminarLa que abre los ojos del durmiente y se los otorga al ciego.