jueves, 19 de noviembre de 2015

Ajuste de cuentas



Ahora que vamos

cuesta arriba, con el resuello prieto,

roto el zancajo

y cobarde de cimas la mirada

- no sea que haya sueños que sacudan

la roña que nos cubre -,

¿por qué no nos sentamos

al borde del sendero,

nos damos un respiro

y hablamos libremente?

Y ya que nos ponemos,

¿por qué no echamos cuentas

sin miedo a las facturas,

que el plazo ya nos vence

y el balance no cuadra

y se hace tarde?


Que es la hora del fraude, ¿quién lo niega?,

la hora circular del tráfico con logro, 

cuando nadie camina

con la mirada recta,

sino siempre a hurtadillas, procurando

anticipar el filo del cuchillo

que asoma limpiamente en cada manga,

cuando nadie saluda por si acaso

ni acredita de adentro

su palabra, que se ha vuelto rapiña

de tratante, remate

de tendero, señuelo

para incautos. Es la hora, repito

por si no se me entiende,

de la ley de la trampa, de la boca pequeña,

del maquíllate o muere.

Carnaza el corazón desnudo, pasto

de propaganda, trofeo

de monteros en la feria del tuerto.

En almoneda siempre,

siempre amañando el fiel de la balanza,

siempre la lanza en flor del beneficio,

siempre, siempre la vida

después del estraperlo.

Que es la bolsa o la muerte a estas alturas

en carne lo sabemos

y seguimos apuesta tras apuesta

mintiendo resultados, malversando

horizontes, sangrando la esperanza.


Ahora que ha anochecido

y las estrellas,

que no admiten ni cálculo ni rédito,

nos permiten mirarnos sin usura

a los ojos, sin buscarnos la herida

para sacar tajada,

ahora

que la noche nos hace

de la misma materia

que la sombra y el sueño

y su rocío,

después de tanta ampolla y tanta quemadura,

de tanta y tanta luz especulada,

nos refresca el aliento

y limpia los harapos,

no temamos los sueños,

busquemos otro fuego que caliente por dentro,

otra valle más fértil,

otro arrimo más amplio y sin negocio.


Conrado Santamaría. De vivos es nuestro juego. Ruleta Rusa Ediciones, 2015.

Imagen: George Tooker. Waiting Room II, 1982.

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