sábado, 21 de noviembre de 2015

El odio



Contemplad, qué activo sigue siendo,

qué bien se conserva

en nuestro siglo el odio.

Con qué ligereza afronta grandes obstáculos.

Qué fácil para él saltar, atrapar.


No es como otros sentimientos.

Es más viejo y más joven que ellos al mismo tiempo.

Él mismo crea razones,

que lo despiertan a la vida.

Si se queda dormido, no es nunca el suyo un sueño eterno.

El insomnio no le quita fuerza, antes se la da.


Con religión o sin ella,

lo importante es arrodillarse a la salida.

Con patria o sin ella,

lo importante es lanzarse a correr.

Para empezar no está mal eso de la justicia.

Después ya corre solo.

¡Odio! ¡Odio!

Su rostro lo desfigura una mueca

de éxtasis amoroso.


¡Ay estos otros sentimientos,

enclenques e indolentes!

¿Desde cuándo la fraternidad

puede contar con las multitudes?

¿Alguna vez la compasión

ha llegado primera a la meta?

¿Cuántos admiradores arrastra tras de sí la incertidumbre?

Arrastra sólo el odio, que sabe lo suyo.


Lúcido, inteligente, muy trabajador.

¿Hace falta decir cuántas canciones ha compuesto?

Cuántas páginas de la historia ha numerado.

Cuántas alfombras de gente ha extendido

en cuántas plazas, en cuántos estadios.


No nos engañemos:

sabe crear belleza.

Son espléndidos sus resplandores en la oscuridad de la noche.

Estupendas las humaradas de sus explosiones de destellos rosados.

Difícil negar a unas ruinas su pathos

y el vulgar humor

de unas columnas vigorosamente erectas entre ellas.


Es maestro del contraste

entre el estrépito y el silencio,

entre la roja sangre y la blanca nieve.

Y ante todo, jamás le aburre

el tema de un torturador implacable

sobre su víctima mancillada.


Listo en todo momento para nuevos quehaceres.

Si tiene que esperar, espera.

Dicen que es ciego. ¿Ciego?

Tiene el ojo certero del francotirador

y él, sólo él, mira el futuro

confiado.



Wislawa Szymborska. Fin y principio, 1993. En El gran número. Fin y principio y otros poemas. Hiperión, 2010. Traducción: David Carrión Sánchez.

Imagen: Elliott Erwitt. Colorado, 1955.

2 comentarios:

  1. Impresionante poema. Estremecedor...
    Felicidades!
    http://www.manipulador-de-alimentos.es

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  2. Estremecedor, efectivamente, lúcido y estremecedor. Pero hay que sobreponerse y ponerle la odio cuantas barreras podamos. Siempre.

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