Si es difícil trepar por la cucaña
a cuerpo descubierto, aún más difícil
resulta de este modo: acompañado
de un perro y de paraguas para el perro,
y de remilgos y renunciamientos.
Pero el esfuerzo humano siempre vence
cuando desde la cuna han preparado
al hijo del converso para el triunfo:
abdicar, doblegarse, sonreír,
darse al mejor postor con voluntad
de servicio, aceptar humildemente
las migajas del gran festín, ¿qué son
sino el más puro ejemplo de hidalguía
española? Ofenderse, rechazar,
protestar, rebelarse ante lo injusto,
¿no son más bien ideas foráneas, algo
orquestado por mentes extranjeras,
ay, para nuestro daño?
Nuestro
hombre
lo entiende así, y separa blandamente
la espiga y la cizaña, porque piensa
que está llamado a puestos responsables,
cuando exista vacante, cualquier día.
Por ello se prepara ardientemente,
viste ya trajes preministeriales,
y escucha, ausculta el variar del viento,
no en las altas
esferas de Fray Luis
sino en las más prosaicas de un gobierno
de gángsteres mediocres. Mientras tanto,
se esfuerza, toma aliento y, poco a poco,
trepa por la cucaña provinciana,
eso sí, acompañado de su perro,
y su paraguas, y su pañuelito,
su flor en el ojal, su tontería.
Carlos Sahagún. Estar
contigo. Provincia, 1979.
Imagen: Gregory Forstner. Perro de lluvia o el hombre del paraguas 2, 2010.
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