Animal amputado que no muere,
vegetal
amputado que no muere,
palabras
amputadas que no mueren.
Contra el dolor que tala la hermosura
-el brazo gangrenado y su exigencia,
el dedo que la máquina anuló
y su uña que se aferra a lo invisible
como tenaz se aferra a cada árbol
la yema en la que inscribe su deseo,
porción y cobertura seminal-
siguen creciendo el tiempo, las ramitas.
Sigue empujando el río en su desove,
la larva en lo precario, el estornino
en el amor salvaje a las distancias,
la almendra en su epitelio y su ternura.
Sigue empujando el sol toda la luz.
Quien amputa sonidos, no percibe
que en la palabra bosque, late el árbol
y en la palabra rama, la madera.
Que está el viento dormido en el violín
y la piedra en la tierra y su traspié
como están en la casa el pan y el hambre,
las vocales abiertas de la boca.
Que aunque estén cercenadas las palabras
cada letra confirma su energía,
su entrega y movimiento, su caudal.
Prolifera la vida en sus acopios.
con César Vallejo
María Ángeles Pérez López. Fiebre y compasión de los metales. Vaso Roto, 2016.
Imagen: Robert Doisneau. Liberación de París, agosto
1944.
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