miércoles, 12 de abril de 2017

SOBREDOSIS PARA UN AMANECER LUNAR



¿A la celebración de qué,

con qué llamada

no supimos llamarte?


La aguja cuelga

erecta y fláccida a la vez

del encallado hilo de la sangre.


Árido alarido lunar, tu cuerpo.


Palidecen aciagos los orines

en los retretes del amanecer.

Orinamos el llanto.


Qué súbita explosión

de muchas llamas juntas

definitivamente heladas.


Los bancos de los parques solitarios

como ataúdes sin amarras

se desprenden sin fin.

                                        Florece

la hiriente flor aguda de la muerte.


Soledad de tu cuerpo.

                                       Deja,

deja que llore,

deja que llore el llanto,

el llanto ritual de las cucharas,

el llanto ritual de las agujas,

el llanto ritual de tu cuerpo arrasado.

¿Para qué?

                        Amanece,

si pudiera a esta pétrea luz parada

llamarse amanecer.

                                   Amanecemos

a la acumulación oscura de tus muertes,

de tus multiplicadas muertes solitarias,

y a nuestro propio desengendramiento

para siempre y aquí.





José Ángel Valente. Mandorla. Cátedra, 1982.

Imagen: Larry Clark. Tulsa, 1971.

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