¿A la celebración de qué,
con qué llamada
no supimos llamarte?
La aguja cuelga
erecta y fláccida a la vez
del encallado hilo de la sangre.
Árido alarido lunar, tu cuerpo.
Palidecen aciagos los orines
en los retretes del amanecer.
Orinamos el llanto.
Qué súbita explosión
de muchas llamas juntas
definitivamente heladas.
Los bancos de los parques solitarios
como ataúdes sin amarras
se desprenden sin fin.
Florece
la hiriente flor aguda de la muerte.
Soledad de tu cuerpo.
Deja,
deja que llore,
deja que llore el llanto,
el llanto ritual de las cucharas,
el llanto ritual de las agujas,
el llanto ritual de tu cuerpo arrasado.
¿Para qué?
Amanece,
si pudiera a esta pétrea luz parada
llamarse amanecer.
Amanecemos
a la acumulación oscura de tus muertes,
de tus multiplicadas muertes solitarias,
y a nuestro propio desengendramiento
para siempre y aquí.
José Ángel Valente. Mandorla.
Cátedra, 1982.
Imagen: Larry Clark. Tulsa,
1971.
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