Federico (Engels), Palmira (Togliatti),
Rosa (Luxemburgo), Victoria (Kent),
Antonio (Gramsci), Carlos (Marx),
Dolores (Ibárruri), y Federica (Montseny).
Son legión los ancianiños.
Aviejadolescentes impúbiscos
que recorren Nerja
al timón de bicicletas prostáticas
mientras entonan cánticos cósmicos.
Siempre en busca de quien se ofrezca al hambre de los
zombis.
Ferrandías.
Tórridas ferrandías.
Túnidas. Halitósicas. Teleseriadas. Asalmonadas. Suprarrenales.
No los moverán.
Nadie se atreverá a mover sus descuajeringados pellejos.
Sus cardiopatías centenarias anegadas de nostalgias
submarinas.
Chanquete (Marx) pesca ramos de claveles mustios con sus
manos.
Julia (Luxemburgo) escupe brochazos con óleos de pintura
depre.
Piraña (Gramsci) engulle transatlánticos en bulímicas
sentadas.
Tito (Engels) asume que en la Mirinda exprimen frutas del
Paraíso
y que la URSS es un western del eastern.
Un weastern.
De ahí la admiración declarada de Stalin hacia Gary
Cooper,
pionero que se adentraba en los graneros libre de
servidumbres.
Los ancianiños se beben tu fiebre y el semen dulzón de
los muertos.
Se protegen así del temporal.
No los moverán.
Nadie se atreverá a mover sus burbujeos en lo más alto
del podio.
Son unos sportmen sublimes.
Solos ante la inmensidad del capital.
Impávidos al murmullo terrible del lumpenproletariado.
No los moverán.
No los abolirán. No los expropiarán. No los confiscarán.
No los centralizarán. No los disolverán. No los
suprimirán.
Los ancianiños.
Siguen siendo una amenaza para los burgueses del mañana.
David Benedicte. En Voces
del Extremo. Poesía y raíces. Amargord, 2016.
Imagen: Larry Low para Spectacular Times.
Singular y sorprendente poema.
ResponderEliminarSí, muy cerca del situacionismo. Salud
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