Ya el tiempo parecía coagulado
como la sangre
de una herida mil veces
abierta y mil cerrada.
Era una masa espesa,
atascada en su sitio.
¿Qué vendría después?
Ya apenas percibía
el dolor o la rabia.
No contaba ni grietas de su piel
ni barrotes de celda
para sentirse unido a algo.
Y ya no recordaba a los que en casa
ansiaban que volviera.
Su cuerpo manchado de golpes,
dolorido de excrementos e insultos
no conseguía ver
dónde estaba su culpa.
Las botas percutieron
otra vez en el aire.
¿Y qué vendría ahora?
Quiso apartar la vista
para no oír los gritos,
pero encontró otros ojos
contra los suyos.
El perro lo miraba enloquecido
con los dientes abiertos
y los ojos de fuego.
Un veneno de baba
escapaba caliente de la boca.
Las púas del collar
con fuerza se clavaban en su cuello
cada vez que el soldado
lo enviscaba con saña.
¿Y qué te han hecho perro?
Ya no se ve lealtad ni tristeza,
ni amor ni confianza
en tus ojos de
perro.
Tu cuerpo lleno de odio
se olvida ya de ti.
¿Y qué ha sido del hombre?
No es un hombre, no, el que así te alimaña
¿Para dónde se ha ido?
Amalia García Fuertes. En Haciendo,
haciendo. Once maneras de mirar de frente. El Perdigón, 2017.
Imagen: Fernando Botero. Abu Ghraib, 2005.
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