martes, 30 de octubre de 2018

La conducta


Qué risa

la conducta.

Qué hipoteca.

Qué rémora.

Qué astucia.

Y qué dependencia.


Porque, en fin, la conducta

¿No la imponen los dominantes,

los conductores, las curias?


Ya sabéis: terminantemente

prohibido 

hablar con el conductor,

no distraer al conductor,

es peligroso asomarse

al exterior… Y no digamos

al interior… (Qué es el interior…).


Siempre hay quien dicta

las normas de conducta

y todos obedientes

sin la más

mínima duda.


Como si nuestro vivir

no dispusiera de una mente

y de un sentir para moverse

por la tierra, por nuestra tierra.

¿Alguien lo duda?


Qué risa

la conducta.


Así que cuando nacemos

los conductores ya han establecido

nuestros circuitos, nuestros vuelos…


Cero en conducta,

me señalaban los conductores

cuando era niño, en la escuela,

cuando no me dejaba

conducir. ¡Qué condena!


Libres o conducidos,

reglas propias o ajenas:

así de sencillo.


Y, claro, los conductores

venga a señalar conductos,

reglas, asignaturas

y a extender certificados

de buena conducta…


Y venga prácticas de conducción:

esto, sí; esto, no…

Así que nacer es convertirse,

vaya nacimiento,

en eco de su voz.


Y qué bonitos nombres

tiene la conducción…


Y, en fin: un solo rebaño

y un solo pastor…

(o varios)


Qué risa la conducta.

Digo yo…






Jesús Lizano. El ingenioso libertario Lizanote de la Acracia o la conquista de la inocencia. Virus editorial, 2009.

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