jueves, 21 de noviembre de 2024

Nuestro tiempo (5)


 

V

 

Escucha la hora formidable del almuerzo

en la ciudad. Las oficinas, en un instante, se vacían.

Las bocas succionan un río de carne, legumbres y tartas vitamínicas.

¡Salta deprisa del mar la bandeja de peces argénteos!

Los subterráneos del hambre lloran caldo de sopa,

ojos líquidos de perro a través del cristal devoran tu hueso.

Come, brazo mecánico, aliméntate, mano de papel, es tiempo de comida,

más tarde será el de amor.

 

Lentamente las oficinas se recuperan, y los negocios, forma indecisa, evolucionan.

El espléndido negocio se insinúa en el tráfico.

Multitudes que lo cruzan no lo ven. No tiene color ni olor.

Está disimulado en el tranvía, detrás de la brisa del sur,

viene en la arena, en el teléfono, en la batalla de aviones,

se hace cargo de tu alma y de ella extrae un porcentaje.

 

Escucha la hora estragada del regreso.

Hombre tras hombre, mujer, niño, hombre,

ropa, cigarro, sombrero, ropa, ropa, ropa,

hombre, hombre, mujer, hombre, mujer, ropa, hombre,

imaginan que esperan cualquier cosa,

y se quedan mudos, se evaporan paso a paso, se sientan,

últimos siervos del negocio, imaginan que vuelven a casa,

ya de noche, entre muros apagados, en una supuesta ciudad, imaginan.

 

Escucha la pequeña hora nocturna de compensación, lecturas, llamada al casino, paseo en la playa,

el cuerpo al lado del cuerpo, al fin distendido,

con los pantalones quitado el incómodo pensamiento de esclavo,

escucha al cuerpo chirriar, ajustar, refluir,

errar en objetos remotos y, bajo ellos soterrado sin dolor,

confiarse a lo que-bien-me-importa

del sueño.

 

Escucha el horrible empleo del día

en todos los países de habla humana,

la falsificación de las palabras pingando en los periódicos,

el mundo irreal de los registros donde la propiedad es un pastel con flores,

los bancos triturando suavemente el pescuezo del azúcar,

la constelación de las hormigas y usureros,

la mala poesía, la mala novela,

los frágiles que se entregan a la protección del basilisco,

el hombre feo, de mortal fealdad,

paseando en bote

en un siniestro crepúsculo de sábado.

 

V

 

Escuta a hora formidável do almoço

na cidade. Os escritórios, num passe, esvaziam-se.

As bocas sugam um rio de carne, legumes e tortas vitaminosas.

Salta depressa do mar a bandeja de peixes argênteos!

Os subterrâneos da fome choram caldo de sopa,

olhos líquidos de cão através do vidro devoram teu osso.

Come, braço mecânico, alimenta-te, mão de papel, é tempo de comida,

mais tarde será o de amor.

 

Lentamente os escritórios se recuperam, e os negócios, forma indecisa, evoluem.

O esplêndido negócio insinua-se no tráfego.

Multidões que o cruzam não vêem. É sem cor e sem cheiro.

Está dissimulado no bonde, por trás da brisa do sul,

vem na areia, no telefone, na batalha de aviões,

toma conta de tua alma e dela extrai uma porcentagem.

 

Escuta a hora espandongada da volta.

Homem depois de homem, mulher, criança, homem,

roupa, cigarro, chapéu, roupa, roupa, roupa,

homem, homem, mulher, homem, mulher, roupa, homem,

imaginam esperar qualquer coisa,

e se quedam mudos, escoam-se passo a passo, sentam-se,

últimos servos do negócio, imaginam voltar para casa,

já noite, entre muros apagados, numa suposta cidade, imaginam.

 

Escuta a pequena hora noturna de compensação, leituras, apelo ao cassino, passeio na praia,

o corpo ao lado do corpo, afinal distendido,

com as calças despido o incômodo pensamento de escravo,

escuta o corpo ranger, enlaçar, refluir,

errar em objetos remotos e, sob eles soterrados sem dor,

confiar-se ao que-bem-me-importa

do sono.

 

Escuta o horrível emprego do dia

em todos os países de fala humana,

a falsificação das palavras pingando nos jornais,

o mundo irreal dos cartórios onde a propriedade é um bolo com flores,

os bancos triturando suavemente o pescoço do açúcar,

a constelação das formigas e usurários,

a má poesia, o mau romance,

os frágeis que se entregam à proteção do basilisco,

o homem feio, de mortal feiúra,

passeando de bote

num sinistro crepúsculo de sábado.

 

 

Carlos Drummond de Andrade. A rosa do Povo, 1945. Traducción: Conrado Santamaría.

Imagen: René Burri. Blackout. New York City, USA. 1965.

miércoles, 20 de noviembre de 2024

[Un poema es una declaración moral, ...]


 

Un poema es una declaración moral, verbalmente inventiva y ficcional en la que es el autor, y no el impresor o el procesador de textos, quien decide dónde terminan los versos. Esta definición tan anodina, antipoética hasta el extremo, podría ser la mejor que podemos lograr.

 

Terry Eagleton. Cómo leer un poema. Traducción: Mario Jurado. Akal, 2010.

Imagen: Daido Moriyama

martes, 19 de noviembre de 2024

LEY MORDAZA


 

Me exigen identificarme

mientras tú puedes golpearme

con tu porra,

con tu prepotencia,

con tu saña.

 

Me dicen que no puedo escribirlo

ni versificarlo,

ni cantarlo en canciones,

mientras tú puedes cogerme del pelo,

llamarme zorra,

romper mi cámara

y pisotear mi móvil,

para que tu barbarie

no conste en ningún lado.

 

Me dicen que no podré congregarme

delante del congreso,

ni manifestar mi derecho

a la libertad de expresión,

ni ocupar edificios vacíos,

ni impedir que a la gente la echen de sus hogares,

sólo me permiten morir en la calle.

 

Me dicen que no podré escribir contra España,

sólo podré hacerlo contra países latinoamericanos.

Y yo me pregunto asqueada

¿hasta cuándo seguiremos

atragantándonos con la famosa mentira

de vivir en una democracia?

 

 

Silvia Cuevas-Morales. En Contra. Poesía ante la represión. Coordinadora Anti Represión de Murcia, 2016.

Imagen: Benito Ordóñez. Rodea el Congreso, 2012.

lunes, 18 de noviembre de 2024

DESAPARECIDOS


 

Regresan cada día

como en una marea de escombros maniatados,

a esta tierra de nadie

sumergida en las grutas del espanto,

en garajes sin alma

                        donde depositaron

los hondos parietales,

los cráneos encendidos,

la clavícula trémula de una niña sin nombre.

Tras los muros de esta ciudad insomne

se ocultan unos cuerpos              unos nombres

que no sobrevivieron

a alguna despedida.

Bajo la piedra

                        se esconde un cauce oculto

un manantial de cal itinerante,

un corazón talado

                        que sangra todavía.

Al cruzar aquel último despeñadero del olvido

creíste regresar, por un instante,

            al patio de la infancia,

al corredor sin odio

al solar donde habita la alegría.

Aquella venda muerta

desfiguró tu rostro.

Vísceras desprendidas.

Tu corazón entonces

se llenó de alimañas.

Y, sin embargo,

oías

con toda claridad

                                   el murmurar del sol

prendiendo en la hojarasca de tus días.

Mientras,

aquel dolor también amanecía

como un perro sin nombre.

Hoy sangre apaleada

mañana serán hombres

            precipitados a vacío.

Hoy noche apedreada       demolida,

mañana serán sombras

que derraman su luz por los caminos.

El borde de la pala arañando la piedra

su áspero quejido,

como si machacaran

un racimo de cerezas con la bota.

Aquella venda muerta

y un pequeño latido

en el fondo del agua.

 

 

Rosana Acquaroni. Discordia de los dóciles, 2011. En Contra. Poesía ante la represión. Coordinadora Anti Represión de Murcia, 2016.

Imagen: Débora Arango. El cementerio de la chusma, 1951.