Durmiendo en una forma extraña en la base del muro, con las rodillas levantadas y apoyado en un costado, con la cabeza tocando las frías piedras, vi al consumido Bartleby. Pero nada se movió. Me detuve; luego me acerqué a él; me incliné, y vi que sus ojos apagados estaban abiertos; por lo demás parecía profundamente dormido. Algo me impulsó a tocarle. Al tocar su mano, un estremecimiento hormigueante me recorrió el brazo y la espina dorsal hasta los pies.
La cara redonda del despensero se asomó por encima de mí.
–Su cena está preparada. ¿O es que no va a comer hoy tampoco? ¿O vive acaso sin comer?
–Vive sin comer –dije yo, y cerré sus ojos.
–¡Eh! Está dormido. ¿No?
–Con los reyes y los consejeros –murmuré.
Herman Melville. Bartleby, el escribiente, 1853. En Bartleby, el escribiente / Benito Cereno / Billy Budd. Edición y traducción: Julia Lavid. Cátedra, 2000.
Imagen: The Tombs. The place of detention for criminals awaiting trial, in 1893.
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