jueves, 29 de mayo de 2014

Cancionero de escombros con hoguera. Reseña en Rojo y Negro



En estos tiempos de leer por encima y pasar página, de navegar al ritmo que nos lleven sin sentir el viento en la cara, sin detenerse a observar el perfil de la costa, Conrado Santamaría nos invita a eso: a detenernos y observar, aunque no sólo, lo escarpado de la realidad desde ese filo por el que nos desplazamos.

Frente a una realidad colmada de trampas, de usura y de violencias, de mentiras que se creen verdad de tantas veces dichas, frente a la escandalera mediática, estos versos denuncian, alzan la voz y se la otorgan a aquellos a los que se la robaron, a aquellos que jamás la tuvieron.

Y estas voces cantan y gritan sin decoro, sin tener miedo a las palabras. Alegando su razón primera, las palabras no tienen tanto afán de sorprender como de decir. Llaman a las cosas por su nombre, sin necesidad de adornar para embellecer, sin pretensión de agradar para quedar bien. Palabras que piden oídos y que invitan a ir juntos compañero, / compañera, / que otro mundo vividero / nos espera.

Son estos versos puños que golpean en la mesa ante la injusticia, puños que se alzan al aire en la lucha, puños que penetran en las entrañas. Canciones que, como nos dice Antonio Orihuela en el prólogo, son alegato y arma del pueblo, denuncia y aliento, mecanismo de subversión e instrumento de superación de esta Realidad contra la que la lucha popular debe dirigirse.

La poesía de Conrado sucede en lo cotidiano, surge, tras descorrer el velo que la oculta, de mirar con los ojos bien abiertos a la realidad y no dejarse cegar.


Enrique Sadornil. Rojo y Negro, Mayo 2014
Imagen: Ilustración de César de la Peña.

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